Alemana de nacimiento, su acento es ya una mezcla de su lengua materna y del deje del idioma de su tierra de adopción, La Palma, donde lleva 30 años trabajando en el sector turístico en Puerto Naos. Petra Evers es una de las 1.400 personas que el Cabildo mantiene evacuadas tras la erupción volcánica, en este caso por la presencia de altas concentraciones de dióxido de carbono (CO2).
En el momento de ser entrevistada por EL VALLE vivía acogida con su pareja por unos familiares en Santa Cruz de La Palma, porque, según se queja, «encontrar una vivienda en el Valle [de Aridane] es casi imposible e impagable, y aunque la ayuda [del Gobierno canario] para alquilar está bien, los alquileres han subido casi el doble en muchos casos».
Confiesa que tras más de un año desalojada, «la situación es ya desagradable, porque no hay perspectivas» de que se resuelva la situación. «Le das vueltas a la cabeza, pero no llega la idea de cómo me puedo organizar», señala.
La entrevista tiene lugar en un mirador junto a la carretera que conduce a Puerto Naos, con este barrio turístico residencial a sus espaldas, donde las calles están desiertas, los accesos vallados y con señales de peligro por CO2.
A partir del día 18, y tras muchas protestas de afectados, el Cabildo palmero va a permitir entrar en viviendas y negocios, según una zonificación establecida en función del nivel de gases, tanto en Puerto Naos como La Bombilla, pero los vecinos deberán ir acompañados de bomberos con medidores y equipación conveniente. Pero el momento de regresar todavía no está en el horizonte.
«LOS ERTES SE PAGAN CON RETRASO Y NO SABES CUÁNTO DINERO TENDRÁS CADA MES»
Petra protesta también por la forma en que la Administración publica le abona su prestación como trabajadroa acogida a un expediente de regulación de empleo (ERTE): «Es una situación complicada; como empleada recibo el dinero del ERTE, pero los pagos no son regulares; un mes paga, pero luego no te pagan y después te pagan dos meses juntos; así que no sabes cuál es el presupuesto de que dispones porque no sabes cuánto es lo que te va a llegar en ese mes».
En estas circunstancias, reconoce que cuando vio las coladas del volcán por primera vez fue «un impacto duro, porque donde antes había casas, árboles, cultivos, ahora solo hay un negro muro en el paisaje».
Aún así, es consciente de que se tiene que «mentalizar» de que esta es la nueva realidad del paisaje, y para eso cree que «el paso del tiempo ayudará a adaptarnos». Pero insiste en que le resulta «difícil asimilar» que todo lo que se llevó el volcán ya no existe.
