Rigoberto de la Rosa Guillén residía con su esposa en el núcleo habitado más próximo al volcán Tajogaite, El Paraíso, que el 19 de septiembre de 2021 se convirtió en lo más parecido al infierno. Al cumplirse el tercer aniversario de la erupción, evoca el momento dramático en el que vio abrirse la tierra y salir la lava a apenas 500 metros de su casa, sin que las autoridades les avisaran del riego. Tuvo que dejar su hogar, con todas sus pertenencias y marcharse de allí solo con lo puesto, sin salvar enseres, ni objetos personas ni, algo que le duele mucho, sus animales, unas ovejas por las que sentía especial cariño.
En Fuencaliente, donde ahora reside tras reformar una casa heredada de su madre, recuerda cómo quiso rescatar luego a sus ovejas porque la casa tardó 5 días en ser engullida por la lava, pero la Guardia Civil no dejó pasar a nadie. A su juicio, se podría haber hecho más por estos animales.
Par Rigoberto, la gran enseñanza que deja esta catástrofe es que hay que evacuar de forma preventiva a la población y a los animales antes de que se produzca una erupción.
Habla con la voz entrecortada por momentos, ya que el paso del tiempo no ha logrado aún enjugar las lágrimas y la emoción al relatar lo sucedido aquel aciago domingo. Pero sus respuestas destilan también esa fortaleza del ser humano que se resiste a hundirse en las desgracias del pasado: «Hay que seguir adelante, tenemos que seguir».
«Fue una sorpresa enorme ver esa explosión tan cerca de casa»
Usted fue de los afectados que vivían más cerca del volcán, ¿verdad?
«Sí, mi casa estaba a aproximadamente 500 metros».
Han pasado tres años. ¿Cómo recuerda ese momento de la erupción?
«Fue una sorpresa enorme cuando vimos aquella explosión sobre nuestras casas. Yo soy de las personas que lo vieron venir antes de que reventara, porque yo estaba muy nervioso esa mañana. Con el temblor tan fuerte que hubo, salí de mi casa al patio. Entonces se me ocurrió mirar para arriba, hacia el monte y ví fuego que prendía las hierbas y pensé: ¿Quién es el pirómano que está pegando fuego a ese monte? De repente se abrió la fisura y salió una llama de fuego. Después vino la explosión. Imagínate, corriendo y pensando ¡ay mi casa!».
[Se emociona y no puede reprimir las lágrimas].
¿Usted había sido informado del riesgo de que la erupción pudiera afectar directamente a El Paraíso?
«Todo el mundo sabía que había riesgo en La Palma, pero nunca nos avisaron de que teníamos que irnos, o prepararnos para evacuar. El día anterior nos dijeron que El Paraíso, donde yo vivía y reventó el volcán, no corría peligro».
«El día anterior nos dijeron que no había peligro en nuestra zona»
Se refiere a una reunión que convocaron las autoridades y los científicos del PEVOLCA, ¿verdad?
«Sí. No, no nos permitieron ir a los vecinos de El Paraíso. Dijeron que la reunión era solo para El Remo, Puerto Naos, La Bombilla , Jedey y Las Manchas. Nos dijeron que mi en zona no había peligro, que no hacía falta que fuéramos».
¿Temió por su vida en ese momento de la erupción?
«No, porque ya había vivido un volcán, el Teneguía. Estábamos en peligro, claro, pero a una distancia en que pensé que no peligraba aún mi vida. Piedras grandes no nos llegaban, la ceniza sí cuando explotaba. Otras casas sí estaban más cerca y tenían más peligro. Pensé que nos daría tiempo de salir. Nunca sentí que fuera a morir allí, aunque la tragedia fue enorme».
«Salimos con los vestidos nada más. No nos dejaron volver»
¿Qué pudo poner a salvo de sus propiedades?
«No sacamos absolutamente nada. Cuando reventó el volcán, corrí a mi casa. Le dije a mi mujer, que estaba dentro de la casa porque habíamos acabado de comer: ¡corre, mi amor, que la casa se la va a llevar el volcán! Salimos y enseguida una pareja de guardias civiles llegó y nos dijo: «¡Por favor, fuera, fuera!» Yo les respondí: tranquilos, hombre, que yo ya me gocé un volcán y esto no es un río de agua, es una lava que viene lentamente. Pero insistieron, y al final tuve que irme sin llevar nada. Solo unos papeles que tenía allí mi mujer. Pero todos los recuerdos, todo lo demás, todo, se quedó detrás. Salimos con los vestidos nada más».
Usted también perdió a sus animales…
«Sí, tenía ovejas, gallinas y pajaritos. Diez ovejas con corderos, que les tenía un cariño enorme. No pude salvar ninguno. Mi casa estuvo en pie 5 días antes de ser tragada por la lava, pero los animales quedaron allí, sin agua ni comida».
[Se emociona]
«Estoy segurísimo de que se podría haber rescatado a mis animales»
¿Cree que se pudo haber hecho algo para rescatarlos?
«Sí, estoy segurísimo. La lava bajó esa madrugada por el lado izquierdo de mi casa, se llevó las casas de los vecinos y el colegio, Y ahí paró. Por el otro lado sur, donde estaba la fábrica, se podía haber entrado. Mi hijo, que vino de Tenerife, quería entrar para rescatarlos, pero una pareja de la Guardia Civil, unos chicos jóvenes muy amables, nos pidieron que por favor no lo hiciéramos».
¿Qué significaban para usted esos animales?
«Yo no vivía de la ganadería. Tenía unas huertas con unos árboles frutales como hobby. Y a los animales les tenía mucho cariño, los llamaba a veces desde la casa: ¡Hola, niños!, ¿dónde están los niños míos? Y se asomaban. Son recuerdos muy duros».
[Su voz vuelve a entrecortarse por la emoción].
¿Pudo reclamar por la pérdida de los animales?
«No. Llegué a tenerlos censados. Fui a la Consejería de Agricultura, pero me dijeron que los habían dado de baja del registro porque no fui cada año a dar parte».
Ya han pasado tres años desde la erupción. ¿Cómo ha sido el proceso de reconstrucción para usted?
«Me trasladé a vivir a Fuencaliente. Tuve la gran suerte de que tenía una casa que heredé de mi madre, pero estaba cerrada porque ella había fallecido el año anterior. Tuvimos que reformarla, arreglar el baño…. Pero cuando fui a pedir ayuda para eso, me dijeron que no, que las ayudas eran solo para enseres. Les dije, vulgarmente: Mira que soy tonto, de esta casa al hotel donde se alojaban los afectados no tardaba ni 10 minutos. Pero no fuimos.
[Hace un parón por la emoción y suspira, antes de continuar].
¿Y usted y su mujer no recurrieron a estos alojamientos provisionales?
«No, no fuimos. Nos quedamos en esta casa, aunque tuve que hacer muchas reformas. Tuve que buscar albañil de urgencia. Al principio no teníamos ni baño y eso era vida».
¿Tenía la casa asegurada?
«No. Y era una casa bastante grande, de más de 500 metros cuadrados. Nos dieron una ayuda de 90.000 euros. Y ahora estamos esperando lo que han prometido, que se supone cubrirá el valor total de la vivienda».
«La mayor queja que tengo es por tanto jaleo con los papeles»
En general, ¿cómo valora usted la gestión de toda emergencia por parte de las Administraciones públicas ?
«La mayor queja que tengo es el jaleo de los papeles. Llevamos tres años con problemas de papeleo. Nos decían que tendríamos facilidades, pero hemos tenido que ir a Los Llanos no sé ni cuántas veces. Ese ha sido el problema más grande. Algunas ayudas llegaron, pero otras no. Por ejemplo, un día en la oficina le dijeron a mi mujer que ya no tenía una casa en Los Campitos, que estaba en Fuencaliente. Imagínate eso, ¿cómo puede ser?»
«Está clarísimo que hay que sacar como enseñanza que se debe evacuar antes de una erupción»
¿Qué enseñanza cree usted que podemos sacar de esta erupción? Porque hoy les tocó a ustedes, pero mañana puede tocarle a los que viven en otras islas o en la propia isla de La Palma…
«Se debe aprender de lo que nos ha pasado a nosotros aquí. Está clarísimo que una enseñanza que debemos sacar es que hay que evacuar a la gente antes de que explote el volcán. Las cosas habrían cambiado si se hubiera hecho así. Y si no pasa nada luego pues habría dicho gracias a Dios que no pasó. Desde días antes habían dicho que el volcán saldría en Jede y la gente pudo sacar muchas cosas de sus cosas. En Jedey una señora mayor y el domingo la llevaron para El Paraíso y fue allí donde reventó el volcán.
¿La naturaleza les dio señales como para pensar que iba a haber una erupción tan cerca de su casa?
«Sí, oímos terremotos y ruidos ese domingo 19 de septiembre. El primer temblor importante fue a las 7:40 de esa mañana. Fue fuerte, pero no pensamos que fuera grave. Luego fuimos a tomar café con la vecina, como siempre, porque éramos como una familia en El Paraíso. Entonces, como a las 11 y medio o 12 menos cuarto, hubo un temblor más fuerte, y ahí ya corrimos para afuera y miramos para Jedey. Yo estaba muy nervioso. Y fue entonces cuando vi el volcán tan cerca de nosotros, a unos 500 metros».
«No volvería a vivir allí si pudiera»
¿Volvería a vivir allí si pudiera reconstruir su casa?
«Yo sinceramente no volvería a vivir allí, aunque me lo permitieran. Los recuerdos que hay debajo de todo eso son demasiado fuertes».
¿Cree usted que los propietarios de los terrenos que se declaren espacio natural protegido deberían ser compensados por ello?
«Sí, deberían recibir una indemnización».
Tres años después de esta catástrofe y con todo lo sucedido hasta la actualidad, ¿cómo se encuentra usted y su familia emocionalmente?
«Mentalmente es complicado de superar. Sabemos que tenemos que seguir adelante. Yo voy a cumplir 74 años, y ¿para dónde vamos a ir ya a esta edad…? En Fuencaliente no tenemos el mismo clima que teníamos allá. Nos estamos adaptando, no nos queda otra. Hay que seguir para adelante, no podemos mirar para atrás, aunque a veces uno tiene momentos malos. Pero, en fin, hay que seguir, tenemos que seguir».