ARTÍCULO DE OPINIÓN del portavoz de la Plataforma de Afectados por la Carretera de la Costa, Elías Navarro, sobre la lucha de familias pequeñas propietarias de plataneras contra el trazado en Tazacorte de la nueva vía, tramitada de emergencia, entre el norte y el sur del Valle de Aridane. Desde el pasado verano esperan una respuesta del Gobierno canario, después de que este aceptara estudiar alternativas.
Hace apenas un año, los vecinos de la zona sur de Tazacorte pudimos volver a nuestras viviendas, con las ilusiones renovadas y conocedores de nuestra enorme fortuna, después de ver como durante tres meses el volcán Tajogaite arrasó nuestro valle y cambió por completo el concepto que teníamos tanto de la isla, así como de los volcanes, pues ninguno nos podíamos imaginar después de la amable erupción del Teneguía que una fisura en nuestra cumbre pudiese causar tanto dolor.
Hace apenas un año, todos los agricultores de la zona vieron cómo el esfuerzo de continuar con su cosecha, de dejarse la salud bajo una lluvia de ceniza para sacar adelante su pequeño pedazo de tierra, de llegar a casa con los ojos y oídos llenos de arena negra, de no abandonar a su suerte su parcelita, que tanto les ha ayudado durante todos estos años, había merecido la pena, podían VOLVER, privilegio que, desgraciadamente nos ha sido negado a muchos en La Palma durante este último año.
Proyectos de vida paralizados durante meses, ahora podían salir adelante, incluso de personas que lo habían perdido todo, tratando de rehacer su vida en la zona, otros salvaguardando el único trocito de terreno que les quedaba en pie después de la catástrofe.
Desgraciadamente, esa alegría, ilusión y esperanza por rehacer o continuar con sus vidas, rápidamente se vio truncada por una decisión totalmente inesperada, la de atravesar una vía por mitad de los barrios que permanecieron en pie, destruyendo buena parte del terreno agrícola en producción, decisión que dejaría sin duda a decenas de familias en una situación de absoluta precariedad, decisión que jamás fue ni consultada, ni consensuada ni pedida por la población.
Cuando pensábamos en la reconstrucción, nos imaginábamos nuevas sorribas, la recuperación de las vías, el diseño de nuevos barrios o la recuperación de los preexistentes… en ningún caso nos esperábamos proyectos que causasen un mayor daño al territorio, que bien en su concepción o bien en su desarrollo defendiesen intereses personales por encima del interés general y que priorizasen necesidades inexistentes por encima de las tan graves y acuciantes problemáticas que nos dejó nuestro volcán.
La vía será la única carretera C-70 de la isla de La Palma. Para ponernos en contexto, según los mismos técnicos la LP2 apenas será C-40 en el momento de su finalización con las mejoras previstas. Imagínense tener que vivir con una vía de estas características cruzando sus viviendas, con algunas de ellas literalmente, y según los vídeos que nos han mostrado debajo de puentes… Pongamos esto en contexto, pues hablamos de la isla de La Palma, no del anillo industrial de Madrid.
Inmediatamente después de recibir la sorpresiva noticia por los medios, los afectados de la zona nos organizamos para defender lo que es justo, iniciando una serie de movilizaciones, una recogida de firmas emocionante por el mismo despliegue humano y la solidaridad demostrada por el resto de la isla, consiguiendo más de 4.000 firmas en el valle de Aridane y otras 28.000 en la plataforma de Change.org, lo que sin duda, esto sí, constituye un hito en una isla de apenas 80.000 habitantes.
Iniciamos un proceso de negociación con las Administraciones, pues desde un primer momento hemos creído y defendido que el diálogo es el mejor camino para resolver los problemas (cualesquiera), el cual fue especialmente complejo en un principio, encontrando muy pocas puertas abiertas y descubriendo que detrás de estas, muchas veces no había un recibimiento amable. A pesar de eso nunca dejamos de tender puentes, continuamos, se nos trató de amedrentar de distintas maneras, incluyendo ataques personales y amenazas, que achacamos a la situación de nerviosismo, y seguimos adelante.
Se nos acusó de tratar de frenar el progreso de la isla y pusimos nosotros alternativas sobre la mesa, con los pocos medios que puede tener una plataforma vecinal. Y, acto seguido, se nos acusó de echar el mal a otro (el perro del hortelano, ni come ni deja comer) a pesar de demostrar datos, registro y catastro en mano que es posible una alternativa menos dañina y alejada de vivienda. Avanzamos. Se nos acusó de que se iba a perder una importante inversión en la isla y de que por nuestra culpa “Madrid está a punto de quitarnos el dinero”. Rebajamos la crítica, otro pasito más, buscamos acuerdos fuera de la isla, consiguiendo una aprobación por UNANIMIDAD de una proposición no de ley en el Parlamento de Canarias para la búsqueda de alternativas y de la misma forma dentro de La Palma, tratando de cerrar un consenso entre todas las Administraciones implicadas… Como dijo un buen amigo de la plataforma: “Les queda por hablar con el rey”; y por nuestra parte no habría problema, pues estamos seguros de tener argumentos suficientes para convencerlo si hiciese falta.
Es difícil imaginarse una situación en la que una parte, en este caso además la que dispone de menos recursos y capacidad de decisión como es la plataforma vecinal, haya podido poner más de su parte para conseguir algo tan ínfimo y a la vez tan justo, además mostrando un respeto sepulcral por las Administraciones y sus representantes, agradeciendo en todo momento cada pequeño gesto de buena voluntad, teniendo la paciencia necesaria y requerida en todo momento y respetando los tiempos de la Administración.
Siempre he escuchado decir: «Lo más grande que hay es trabajar para uno mismo», algo harto complicado en los tiempos que corren. Pero existe en nuestra isla una figura que consigue acercarnos a esa idea tan utópica, casi idílica; y no es otra que nuestra agricultura, esa tan vilipendiada, maltratada, malentendida y muchas veces (injustamente) despreciada, que nos ha protegido, en los peores momentos y que aún hoy sigue guardándonos bajo su rama. Que nadie se confunda: no se defiende un estatismo itinerante, la isla debe avanzar, progresar y mejorar, pero existe un tertium genus entre el conservadurismo extremo y la sobreexplotación del territorio, aún más justificable cuando no hay ni ha habido trámites democráticos que sustenten un giro radical en el timón económico de la isla.
«Yo entro por la finca, apago el móvil, suelto a los perros y estoy en mi casa»; «con esa finca ha podido estudiar mi hijo»; «a mi padre no he tenido el valor de decirle aún que le van a quitar su finca por esa carretera»; «era el único pedazo que nos quedaba después del volcán, si se lo llevan no tendríamos donde hacer la casa»; «¿adónde voy yo con setenta años si me sacan la finquita?»; «si la carretera pasa por aquí, me voy de la isla; lo dije cuando el volcán, ya no tengo otra cosa»; «si se llevan eso, que me lleven a mí también, ya no me queda nada más aquí»… Estas son algunas frases de nuestra gente, duras, muchas de ellas, pero que reflejan la situación en la que se encuentran muchas personas en la zona, el apego que tenemos a nuestro modo de vida y el (gran) valor que le damos a lo poco que nos queda. Si alguien se pregunta por qué el palmero se encuentra tan ligado a su pequeño pedacito de tierra, recuerden que además muchas veces es el único legado que nos queda de aquellos que ya no están, donde muchas veces incluso sentimos reencontrarnos con ellos.
Hablando de nuestra gente, sin duda nuestro mayor orgullo, personas para las que el volcán desgraciadamente no se ha acabado, pues continúan con la sospecha de que una nueva colada de asfalto amenaza su vivienda, barrio o finca y a pesar de ello, continúan dando una demostración diaria de educación, fuerza, unión y dignidad. Gracias, gracias y mil gracias por seguir ahí, no solo a ellos sino a todas las personas que en algún punto nos han mostrado su apoyo; de veras gracias.
Diez meses defendiendo lo poco que nos dejó el volcán, defendiendo lo poco que nos queda, defendiendo el legado de nuestros antepasados, defendiendo nuestro modo de vida, defendiendo nuestros barrios, defendiendo a nuestra gente, defendiendo lo nuestro, lo de TODOS. Y si son necesarios otros diez meses, que nadie dude que continuaremos, en la calle, en los despachos, en los juzgados, en La Palma, en Canarias, en Madrid o donde haga falta, porque esta vez esta colada si la podemos parar y la pararemos, que no quepa duda… Y recuerden: en La Palma no hay tumba de soldado desconocido.