ARTÍCULO DE OPINIÓN
ELENA JIMÉNEZ LORENZO, representante de la Plataforma Pampillo-Todoque y afectada por la erupción volcánica
Volver es volver. Ya lo cantaba Gardel. No es parte de un objetivo nuevo. Es ancestral. Es inmanente a la esencia de los que nos sentimos tribu. Es parte de una forma de ser de aquellas personas que aprenden de lo que les dice la naturaleza pero nunca renuncian a ella, de los errores del pasado y piensan en el progreso pero se ven dentro de ese progreso. Es «ser» en ese sitio sintiéndote parte de una cadena que no ata sino es brújula y faro. Es amar lo que has venido a «ser» y a «hacer» porque no es más, sin hacer daño al otro, sin envidiar lo del otro, sin pensar en la cáscara material, siendo muy consciente de que te cayeron limones. Siendo muy realistas de la dificultad pero con esa energía que te da lo honorable de la empresa. Y con los bríos de una forma de ser de las de antaño, de frases «baluarte» como «más se perdió en la guerra, y vinieron cantando».
Los que anhelamos volver a nuestras tierras con un grito desesperado, los que nos prestamos a dedicar nuestra vida a desarrollar ideas inéditas y a ver cómo el ser humano se puede adaptar a su entorno, sólo anhelamos encontrarnos interlocutores/-as que nos entiendan y no nos impidan volver con justicia, que no nos usurpen nuestros derechos consolidados y el derecho de propiedad privada.
Somos muchos/-as. Actuamos como los indígenas del Amazonas defendiendo un territorio, buscamos auxilio para que no nos despojen de esa «herencia», gritamos por la historia silenciada por todas aquellas personas que no nombran «¡TODOQUE!». ¡No desapareció! Está dormido.
Somos de los que pedimos que nos dejen reconstruirnos allí, que rehabiliten nuestra historia colectiva para erigir los lugares de nuevo. No tenemos miedo a la naturaleza. Somos parte de ella. Ella nos da y ella es sabia para decirnos cuándo quitar. Somos finitos pero no romperemos la cadena. Emprendemos y no pedimos ayuda. Queremos vivir allí en paz. No queremos reubicación en una reserva. Cada quien sabía lo que era del vecino/-a, los esfuerzos de cada familia para conseguirlo, para mantenerlo y para mejorarlo. Se habrán ido nuestras hojas pero no, nuestras raíces.
Pero volver también es respeto a otras ansias, a otro enfoque de la vida y es haber evolucionado para entender que en esta vida finita a cada quien le toca un destino.
Volver es seguir caminando para regresar al origen y entender nuestra esencia de personas sencillas que aman la naturaleza, que la respetan y la escuchan. Somos parte de un territorio, como aquellos árboles muertos, diseminados por un valle, miles de vidas que se llevó el volcán, que nadie cuantificó porque ni siquiera nadie les prestaba atención. ¡Cómo echamos de menos su pulmón, su verdor del Pintor que pintó un Valle con tonalidades de floresta y nunca imaginó ser un Goya devorando, cual Saturno, a su hijo!
Volver es luchar por regresar pero nunca imaginamos tener que luchar para que quieran entender que reivindicamos un territorio, que pedimos auxilio para un barrio sumergido que es de todos los todoqueros y todoqueras. Pampillo es mi lugar, el de mis ancestros por más de siete generaciones.
Ojalá alguien me escuche y ENTIENDA que volver no es sólo un sentimiento, sino una necesidad; no es sólo un anhelo, sino un requerimiento; no es deseo particular, es interés «general»; no es un capricho, sino una defensa de la HISTORIA y el PATRIMONIO CULTURAL de asentamientos históricos como el de Pampillo, que UNE dos municipios del Valle de Aridane, parte del Barrio de Todoque, zona oeste de la Isla de La Palma, isla del Archipiélago Canario, archipiélago perteneciente a España, país de la Comunidad Europea que es parte de un continente de los que conforman este planeta, llamado planeta azul, que está en el sistema solar y pertenece a la Vía Láctea, galaxia de un vasto universo aún por comprender desde nuestras limitadas y reducidas cabezas de una especie pequeñita que está en continua contienda por adquirir el territorio del otro y que, desde que es especie, sólo ha evolucionado porque algunas mentes preclaras, ajusticiadas por sus propios congéneres, alertaron de los errores en los que se encontraba la humanidad.
Entienda quien nos quiera entender.
Que lapide -ahora en la redes principalmente- quien quiera lapidar.
Porque una cosa sí tenemos muy clara: no estamos locos/-as, sabemos lo que queremos. Ojalá seamos ESCUCHADOS con toda la EFECTIVIDAD que nuestro GRITO REQUIERE.
¡Que entienda quien debe entender!